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Una sucesión de sonidos

JORNADA 09 – 21/10/2016 [Osasuna – R. Betis B. ]

Por Koldo Larrea

El frío silencio de la cabina contrastaba con la megafonía del estadio, que emitía a altísimo volumen no música clásica o melodías románticas sino música rockera, cañera, como para mantener alerta, despiertos a los aficionados, que deben animar. El agudo sonido de un silbato indicó el comienzo del partido. Un silbato que iba ser protagonista e incluso dueño y señor del desenlace.

Cánticos continuos desde Graderío Sur, más o menos armónicos, más o menos monótonos. De pronto, un grito comunitario de decepción dio paso a un silencio obligado, sólo roto por unas pocas voces que cantaban a ritmo andaluz de seguidilla o de algo parecido, aflamencado. El Betis había marcado, se adelantaba en el marcador. Después, silencio y más silencio, algo resquebrajado por el anuncio desde megafonía de la pérdida de dos niños, que, poco después, fueron encontrados. Y de nuevo, el silbato mandón. Descanso. Nuevo pitido y el balón vuelve a rodar. Suena con fuerza al impactar contra un poste y el rechace lo aprovecha un rojillo para empatar. El estallido de decibelios es incontrolable en la tranquila noche pamplonesa. Osasuna puede vencer, ya que al partido le queda casi toda la segunda parte. Sin embargo, el resto del tiempo no es más que una combinación de gritos, de expresiones de temor ante las ocasiones de los sevillanos y de protesta, de bronca, por los inoportunos, caprichosos y equivocados pitidos arbitrales.

Por lo menos, un punto es un punto, pensaba la mayoría de la gente. Incluso algunos abandonaban ya el estadio. Pero llegó el segundo del Betis, como a traición del sentir popular, y se impuso un obligado silencio, el de la decepción, el de la resignación ante el mal fario.

Silencio apabullante en El Sadar, destrozado una sola vez con una bronca para despedir al mal árbitro.

Los aficionados abandonaron el estadio en silencio. Silencio en las inmediaciones de El Sadar, de El Sario, de la UPNA. Silencio en la fría noche pamplonesa. En fin, demasiado silencio. Otra vez será.